sábado, septiembre 26

Renacer.

Tirada en la cama, llorando un mar de lágrimas, repasando cada segundo y minuto de la relación, viendo detenidamente en qué había fallado, por qué lo había perdido a él. Y ahí fue cuando me di cuenta. No lloraba sólo por haberlo perdido a él, también lloraba por haberme perdido a mí misma. La única persona que iba a estar siempre, pase lo que pase. Yo.

En ese momento me levanté de la cama, me miré al espejo y me vi desarreglada, con los ojos y la boca hinchados, los labios paspados, el rimmel corrido y el pelo que parecía no haber visto un cepillo nunca en su vida.

“¿Qué había pasado conmigo misma? ¿Dónde me había dejado? ¿Cuándo me había olvidado? ¿Quién era?”, todo eso me pregunté enfrente al espejo. Lo más loco es que no encontré ni una respuesta. No me encontraba a mí misma… Y eso era lo peor de todo lo que había pasado.
Miré alrededor del cuarto y estaba todo tirado, todo desordenado, lleno de recuerdos de él por donde sea. No podía seguir ahí.

Volví la mirada hacía el espejo, quien todavía me devolvía una imagen frustrada. Fui al baño, me lavé la cara, me peiné  y empecé a ver un hilo de luz, alguien se asomaba. Ahí, en ése mismo instante fue cuando lo decidí. No podía seguir llorando y dejando que la vida pasara mientras él vaya a saber una que hacía. Por ahí mi mente piensa mal y estaba triste también, pero yo no lo iba a estar o por lo menos no iba a demostrar que lo estaba.

Me puse a pensar quién era, quién quería ser y a dónde quería llegar, qué tan altos eran mis sueños. No tenían límite. Él no me iba a parar.

Me cambié. Me puse el top más lindo que tenía, unos jeans que me quedaban a la medida, soñados, combinando con unos tacos que hacían grietas en el piso mientras yo caminaba. Me maquillé, planché el pelo, pinté mis uñas. Ordené y cambié todo de lugar. Guardé todo recuerdo de él, no porque sea resentida sino porque tenía que seguir adelante y eso no me lo iba a permitir.

Después de tanto tiempo me vestí para mí, no para nadie. Para mí. Para mirarme y pensar: “Qué linda estoy”. No para que él ni nadie me lo diga. No porque habíamos tenido una pelea y quería que me vea más linda que nunca. Sino para sentirme segura. Para renacer.

Llené mi agenda de planes, de proyectos, de ilusiones que no necesitaba a nadie más que a mí y a mis amigas, quienes siempre iban y habían estado al lado, acompañando la caída. Ahora ellas me acompañaban mientras me levantaba, mientras renacía.


lunes, septiembre 14

Labios que saben a despedida...

Estoy a tan solo minutos de volver a verlo, de volver a escucharlo aunque sus palabras sé que me van a herir y voy a terminar llorando, de nuevo. Después de una semana y dos días de haber perdido el corazón, lo siento de nuevo latir, fuertísimo, como si se me estuviera por salir. Me transpiran las manos, tiemblo. Estoy más nerviosa que la primera vez que salimos. No sé porqué me siento feliz si sé que es la última vez, si sé que es la despedida, si sé lo que me va a decir. Y sobre todo, sé que se me viene otra semana agobiante de llanto. Acabo de vomitar. No porque me haya vuelto bulímica ni nada de eso. Sólo que cuando estoy muy nerviosa vomito. Es algo instintivo, que me libera. Tengo frío. Transpiro. Estoy afiebrada. Todo eso genera él en mi.

Sentada en la cama, leyendo un libro. “Chubasco” de Cielo Latini. Esperando su mensaje que diga: “Ya estoy en casa”.

Suena el celular, lo agarro emocionada y es mi mamá que está al tanto de la situación y me pregunta: “Y?” a lo que le respondo: “Todavía no salió del labu”. Sigo leyendo. Bah, leyendo. Lo único que veo es una hoja con letras y escucho a mi cabeza decir que tiene ganas de vomitar de nuevo. De nuevo suena el celular. Lo agarro. Cierro los ojos. Abro la ventana de notificaciones y no es él, es un pibe que ni me importa, que le corto el rostro y sigue.

Sigo leyendo. Sí, digo leyendo aunque no logro concentrarme. Decido cerrar el libro. Miro alrededor de mi habitación, miro mi celular. Nada. Me toco la panza. Y empiezo a pensar qué le voy a decir, pero nada se me ocurre porque lo voy a dejar hablar a él y voy a reaccionar conforme a su pretexto de: “Siento que no es mi momento”. No sé con claridad cuál pueda llegar a ser mi reacción, aunque siento que voy a llorar en bien vea su rostro. Como nada se me ocurre, decido escribir lo que estoy sintiendo ahora.

Sé todos sus horarios, 15hs sale del trabajo. Son 15.37. Mi estómago da vueltas. Mi cuerpo tiembla. Mi cabeza hace lo mismo que mi panza.

Cuando empecé esta nota estaba minutos de verlo. Ahora estoy a media hora de haberlo visto. Ver su cara de nuevo, ver sus ojos, sentir su perfume, su mano sobre la mía, por un lado me llenó pero por el otro pensaba “es la última vez”. Es que era así.

Subí al auto como si fuese una de esas tantas veces que lo hacíamos que íbamos a matear a la costa. Ya sentía el dolor en el pecho pidiéndome expulsar las lágrimas, el mundo dándome vueltas. Lo escuchaba hablar pero sus palabras no llegaban a mi cerebro para responder. Le conté mi trágica semana, como mi mejor amiga, mi hermana de la vida se había borrado completamente, desapareciendo, dejándome sola en el peor fin de semana de mi vida. Mientras iba reproduciendo mis palabras, mis ojos se inundaban. Tragué saliva y seguí hablando.

Llegamos a la costa, la de siempre. El mate de siempre. La música de siempre. Pero ésta vez no era como siempre. Ésta vez iba a ser la última. Y empezaron los mates, las charlas sin sentido, contarnos el sábado que habíamos pasado, la semana. Todo. Y se hizo el silencio. Y dijo la primer palabra: “No quería lastimarte” y siguió con un: “Extraño tu perfume”. No tuve otra alternativa que decir la verdad. Lo extrañaba más que nada, nunca había extrañado tanto. Nunca había dolido tanto. Y se lo dije. Como era de esperarse la “leona” dejó su orgullo y brotaron las lágrimas por millón, pero cuando soltas la primera lágrima sabes que no vas a poder parar, así fue. Un abrazo. Sentir tu perfume (y siempre mi cabeza pensando: “Es el último”). Así seguimos hablando de lo que sentíamos, de cómo nos sentíamos, de estos nueve maravillosos meses. Su mano apretando la mía. Sin darme cuenta estábamos haciendo “la vuelta” de siempre, rotonda, Galíndez. Y ahí estaba, en la puerta de mi casa diciéndole: “Chau”. De la nada pasó, un beso. 3 minutos. Bajé. Cerré la puerta. Llorando. Sin darme vuelta. Abrí la puerta de mi casa llorando. Terminé en el piso llorando desconsolada, sola.


Cómo explicar lo que siento, no lo sé. No siento, creo que eso lo resume. Solamente siento las lágrimas salir, un mar. Tomo agua y sigo llorando ¿Cuánto tiempo más voy a estar así? Tampoco lo sé. A esta altura del dolor ya no sé nada. Espero que se pase pronto.

lunes, septiembre 7

Tengo y quiero.

Tengo ganas de mirarte a los ojos, de reírnos juntos, de cantar.
Tengo ganas de un abrazo fuerte, de esos que te dicen que todo va a estar bien; de un beso, de hacer el amor y quedarnos dormidos.
Tengo ganas de tomar mates y hablar de cosas importantes o sin importancia.
Quiero estar distraída mientras me estás mirando, encontrarte y sonreír.

Y te quiero a vos, para todo eso.


viernes, junio 5

Basta. Empecemos.

  Vivimos del pasado, recordamos el pasado, añoramos el pasado. PASADO, PASADO, PASADO. Por algo fue y ya no es, por algo ya no está. ¿Por qué nos empecinamos en seguir reteniendo algo que quedó ahí? Desde mi postura considero que si una persona vive recordando el pasado o vive pensando que hubiese pasado (valga la redundancia) si hubiera hecho tal o cual cosa, no puede avanzar. Y la vida se trata de eso, de ir para adelante, mirar siempre lo que vendrá, proyectar, soñar. Si dormimos para descansar y no para soñar estamos en serios problemas. Pero también si soñamos y nuestros sueños quedan inconclusos, sin un fin, no sirven.
  ¿Cuántas veces adjetivamos personas, condenándolos de cierta forma, por algo que hicieron? MILES, porque somos incapaces de olvidarnos los errores, aunque olvidemos lo millones de momentos lindos.
  Es hora de que nos desliguemos de nuestro pasado y empecemos a vivir pensando en un hoy, en un mañana o en un pasado mañana. Con esto no quiero decir que dejemos todo para después, sino que comencemos a vivir el día a día, a proyectar, a SOÑAR que no nos cuesta nada.
 Me acuerdo cuando era chica y estaba llena de pensamientos que iba a lograr cuando tuviese la edad que tengo hoy. ¿Cuántas de esas cosas tengo? ninguna. Porque me detuve, dejé que las cosas sucedieran por sí solas, lo dejé en manos de Dios. Todo bien con Él, creo en Él, pero si uno no hace nada para que las cosas pasen y las deja en su mente flotando, NO OCURREN, por más feo que suene.
  Hoy quiero replantearme las cosas y también que ustedes (si es que hay alguien en el mundo cibernético que me lee) se replanteen sus objetivos, lo que quieren y que empecemos sendos a lograr lo que queremos, proponiéndonos que lo vamos a lograr y trazando una mapa de procedimientos a cumplir para poder llegar allá, a nuestro futuro. Repito, las cosas no suceden si no hacemos que sucedan. Para cada una de ellas, para esperar que pasen y para hacer que pasen, hay un momento. Es tiempo de hacer que pasen.
 ¡BASTA!
¡ALLÁ VAMOS!



viernes, junio 6

Te lo suplico

   Necesito decirte "ADIÓS" para crecer, para poder desprenderme de este triángulo amoroso que no termina nunca, que es un círculo permanente, donde siempre hay cuartos que terminan lastimados y ni hablar de dos de los terceros. Sé que no tengo porque decir todo esto, ni el derecho de reclamar nada, lo nuestro siempre fue un juego, un clandestino, pero al mismo tiempo necesito decirlo, necesito escucharme diciéndolo, diciéndotelo, porque tantas veces dije "chau", pero volví a caer. Tantas lágrimas, tantas risas, tantos enojos que nunca terminaban en nada. No soy el tipo de chicas que dice estas cosas ni que se ilusiona con cursilería barata, pero hay algo dentro mío que quiere largar todo.
 Te juro que te quise como nunca quise a nadie, me enamoré de vos y nunca voy a poder olvidarme, pero quiero seguir adelante y dejar todo esto en el pasado, en un amor del secundario. ¿Cuántas veces mis amigas me habrán escuchado decir esto? MILES o más, pero me siento en una cuerda en la que estoy parada en el medio y no puedo ir a ninguno de los dos extremos, porque si te dejo me duele, te extraño, lloro y vuelvo, y ahí es donde comienza todo de nuevo, como antes, como siempre. Pero si sigo adelante voy a tener que soportar muchas cosas que no sé si quiero o puedo, por más que te quiera cuanto te quiera, hay cosas que duelen más de lo que pensamos. ¿A dónde quiero llegar? No quiero que me busques, que sepas nada de mí, evitame, así se me hace más fácil porque sino vuelvo a caer. Esta vez no pienses en vos, pensá en mi, y si me querés tanto como decís, SOLTAME, te lo suplico. 

miércoles, marzo 12

Decisiones díficiles...

Llega un momento de la vida en que nos tenemos que parar en medio de dos caminos y decidir. A veces es fácil, otras complicado. Llega ese momento que tenes que tomar una decisión y no te sentid preparado para tomarla, necesitas ayuda pero sabes que sólo vos puede tomarla. Son dos caminos distintos, pero no te sentís apto para ninguno de ellos, crees o sabes que todavía te falta para poder empezar. Ahí en ese momento es cuando las preguntas te invaden y no sabes para donde "disparar". Estás angustiado, porque nunca pensaste que ese momento te iba a llegar, pero si, llego mas rápido de lo que creías y no podes hacer nada para cambiarlo. Las cosas suceden, desde chicos nos dicen que todo pasa por algo, que nada se queda por siempre y que de todo se aprende ¿Y si no quiero que nada de esto suceda? No quiero que las cosas cambien para siempre, me acostumbre a vivir en esta realidad, no puedo empezar algo distinto. Sé que me hablan de una nueva etapa, donde aprendes, donde caes y te levantas. Dan ganas de empezar con esto nuevo, de saber como se siente, pero no logro sacar el miedo de mi. Se necesita ese empujón para comenzar, pero ¿si el empujón me tira a un vacío? ¿y si peor... Yo me siento vacía? 

miércoles, febrero 26

2 tipos de mujeres...

Pensando en cada tipo de mujer que me rodea, incluyéndome, me di cuenta de lo distintas que podemos ser. Pero llegué a una conclusión. Existen dos tipos de mujeres, y acá es donde cada una se pregunta "¿Qué tipo de mujer seré?". Están esas mujeres que se enamoran, aman, adoran, dan todo por un hombre y las lastiman, las hieren, lloran y gritan del dolor, prometen jamás volver a enamorarse, enceguecerse por un hombre, caen, se levantan y se enamoran de nuevo. Ellas viven de relación en relación,  necesitan siempre alguien a su lado, alguien que les diga "Te quiero" o cosas de ese estilo. Son de esas que viven de novias o con alguien, que viven enamorándose y queriendo. La mayoría no va a reconocer que pertenece a este grupo, pero son magníficas. Considero genial la gente que puede enamorarse una y otra vez, puede cerrar un amor y comenzar con otro. Generalmente estas mujeres son las más lastimadas; Y están las del segundo grupo, que son aquellas que hacen que los hombres se arrepientan de haber lastimado a la del primer grupo, a esa chica que lo quiso y dio todo por él. Este tipo de chicas son las que no se enamoran, juegan con los hombres, tal como ellos hacen con las mujeres. Ellas se vengan de lo que los hombres hicieron y les hacen lo mismo. Muchas veces este tipo de mujer es la fría, la que nada le duele (aunque por dentro se esté muriendo, no lo va a demostrar). La lastiman y sigue adelante, como si nada hubiese pasado, pero jura que ese hombre la va pagar. Y ahí está, de nuevo, lastimando a un hombre por haber lastimado. Podríamos decir que son "Las chicas karma", las que aseguran que a ellos les va a volver todo lo que hicieron. 
Ahora, cada una está pensando que tipo de mujer es. Yo todavía no logré definir cual de ellas soy, algún día lo descubriré... 

India.